Columna de Victoria Parra Moreno, académica de la Facultad de Educación de la Universidad Católica de Temuco y coinvestigadora Proyecto Fondecyt 1181265 «Trayectorias de Compromiso escolar de adolescentes con y sin necesidades educativas especiales»; y Claudia Paz Pérez-Salas. Psicóloga, académica del Departamento de Psicología de la Universidad de Concepción e investigadora responsable del Proyecto Fondecyt 1181265: «Trayectorias de Compromiso escolar de adolescentes con y sin necesidades educativas especiales».
En una reciente entrevista en el diario The Clinic, la Dra. Nolfa Ibáñez, educadora diferencial y Premio Nacional de Educación 2021, señala que entre las tareas pendientes que tenemos como sociedad está comprender la importancia de la labor docente y de apoyar prácticas pedagógicas contextualizadas que vinculen el currículum con las realidades y necesidades de los estudiantes. Creemos que las palabras de esta destacada educadora diferencial son una invitación perfecta para compartir reflexiones emergentes de una investigación que hemos realizado en los últimos 4 años en colaboración con los equipos del Programa de Integración Escolar de 38 liceos de la región del Biobío. La investigación (Proyecto Fondecyt Regular, 1181265) se ha centrado en comprender el compromiso académico (engagement) que tienen los estudiantes con y sin necesidades educativas especiales con sus liceos, y para ello hemos acompañado durante los cuatro años de educación media, a una cohorte de más de 1000 estudiantes de distintas localidades, entre ellas Concepción, Talcahuano, Chiguayante, Los Ángeles, Lota, Antuco y Curanilahue.
El compromiso académico corresponde al grado de involucramiento que tiene el estudiante con su liceo, su sentido de pertenencia a él, la motivación hacia el aprendizaje y su participación escolar. Nos centramos en el compromiso académico pues este ha demostrado estar fuertemente relacionado con la obtención de buenos resultados académicos y con mayores niveles de bienestar en los estudiantes. Además, existen evidencias que asocian el desenganche académico (disengagement) con mal rendimiento, mayor riesgo de deserción y conductas desajustadas en el ambiente escolar (Christenson, Reschly y Wylie, 2012). Pese a la relevancia de este concepto para predecir buen ajuste y rendimiento académico, existe muy poca investigación respecto al compromiso escolar de estudiantes con necesidades educativas especiales. Debido a esto, conocer los niveles de compromiso en este grupo de estudiantes es muy relevante debido a los desafíos que enfrentan en los ambientes escolares y la evidencia que existe respecto a las consecuencias que pueden tener para ellos a nivel académico, social y emocional (Cortiella and Horowitz, 2014; Douglas et al., 2012; Moreira et al., 2015).
En nuestro proyecto, durante estos cuatro años hemos explorado distintos factores identificados por la literatura especializada que permiten comprender las características y la fuerza del compromiso que los estudiantes de enseñanza media sienten hacia sus establecimientos escolares. Para ello hemos estudiado el soporte familiar, el apoyo y los vínculos con los compañeros, la participación escolar, las prácticas docentes y la relación docente-estudiante. De los factores antes mencionados nos queremos detener en la relación docente-estudiante a propósito del desafío que nos señala la Dra. Ibáñez para avanzar en la comprensión de la importancia de la labor docente.
En un artículo que publicamos este año en la revista Frontiers in Psychology, analizamos los datos recopilados previos a la pandemia sobre la relación que tiene la percepción de los estudiantes de la calidad de la relación con sus docentes y el nivel de compromiso con sus liceos. Los resultados indican que tanto para estudiantes con y sin necesidades educativas la relación con sus docentes es un factor clave para que los estudiantes se comprometan con la escuela y con el aprendizaje, evitando así la apatía y desenganche. Este hallazgo ha sido ampliamente descrito en la literatura especializada en este tema. Lo más interesante de nuestros datos es que al comparar las percepciones entre estudiantes con y sin necesidades educativas especiales, los estudiantes que pertenecen al Programa de Integración Escolar (PIE) reportan una mejor valoración de la relación con sus docentes y perciben mayores oportunidades de participación al interior de sus establecimientos que sus pares sin necesidades especiales, así como un mayor compromiso con sus liceos y con sus estudios tanto en lo emocional (motivación y disfrute), como en lo cognitivo (esfuerzo y estrategias empleadas para aprender). Además, nuestros resultados nos muestran que la relación docente-estudiante se asocia con todas las dimensiones del compromiso académico y de manera inversa con el desenganche, que es un factor crítico para la deserción escolar.
Estos resultados nos invitan a reflexionar sobre la naturaleza y calidad de la relación que los estudiantes con necesidades educativas establecen con las/os docentes y con otros profesionales de los equipos PIE. Las hipótesis que hemos explorado para entender estos hallazgos se relacionan con los tipos de apoyos que las/os educadores diferenciales brindan a los estudiantes, y cómo dichos apoyos promueven el desarrollo de sentimientos de competencia en los estudiantes a la vez que permiten la creación de ambientes más personalizados, más cálidos y seguros para ellos, en donde estos estudiantes pueden experimentar el error y la frustración, pero también el éxito y la valoración de su docente. En otra investigación posterior (Lara, González, Lara, Lagos, Parra, y Pérez-Salas, 2021), con entrevistas a estudiantes de enseñanza media con necesidades educativas especiales, hemos logrado reafirmar el rol clave de la labor pedagógica en la satisfacción de las necesidades afectivas y sentido de competencia de los estudiantes, especialmente por parte de las/os educadoras diferenciales quienes son percibidos como profesionales receptivos a las necesidades e inquietudes académicas y personales de los estudiantes.
Durante la pandemia hemos podido aprender aún más de las diversas acciones que realizan en particular las/os educadoras diferenciales. Durante estos casi dos años, los equipos PIE han implementado diversas estrategias para dar la continuidad de los procesos educativos, asegurando con ello no solo acceso a materiales y a las actividades lectivas, sino también brindando acceso a las experiencias de aprendizaje considerando las barreras que enfrentan los estudiantes con necesidades educativas. Pese a las evidentes brechas que genera la inequidad social y la falta de recursos a materiales educativos que han experimentado tanto los estudiantes de nuestro estudio, así como estudiantes en otras partes del país, los hallazgos de nuestra investigación son claros en evidenciar la relevancia del rol de la educación diferencial en ampliar las formas en las que se enseña y se promueven los aprendizajes, así como también en promover culturas respetuosas de las diferencias en las comunidades educativas. Como nos compartió una educadora diferencial que nos ha acompañado durante estos cuatro años de investigación, la pandemia ha sido una oportunidad para “observar cómo sería la enseñanza con diseño universal del aprendizaje, donde el profesor es el que se adapta a las necesidades y características de las estudiantes”.
El contexto de pandemia nos ha obligado a repensar y redescubrir nuevas formas de ser docentes y de vincularnos con los estudiantes y sus familias, lo que sin duda ha sido una tarea que en muchas escuelas se ha facilitado por el rol clave de los equipos de PIE. Creemos que es un buen momento para reconocer la importante labor de estos equipos, y en especial de las/os educadores diferenciales, quienes trabajan día a día por asegurar el derecho a una educación que comprende que los aprendizajes y los afectos son una díada fundamental.